
Para Mercedes
Tú nunca viajas donde debes.
Yo, por mi parte,
no he ido a Oriente Medio;
no conozco la luz del sol en fuga,
ni he visto nubes que manen leche de cabra;
no me han acosado mercaderes con turbante
voceando mi nostalgia.
No he olfateado un bazar cuyas tiendas
llenas de perfumes, joyas, telas,
estén a punto de cerrar.
No he regateado por un tapete en Capadocia.
Mi cuerpo no ha sido secuestrado a pleno amanecer,
por una luna
llena,
despistada;
que ya no debiera estar despierta,
a la que el sol no la quiere de rival
tras las pirámides.
A diferencia de ti,
no he sido zarandeado por los vientos furiosos
que soplan por las oquedades de un cañón
muy colorado.
Si me preguntan por Marruecos,
a las mujeres de allá no las he visto;
aquí sabemos que se cubren el rostro, los hombros,
y que por eso han aprendido a decirlo todo
con miradas ojiverdes.
Trepado en un globo aerostático,
no le he dicho adiós
a mi rutina de dar leche a mi gata
al pie de la nevera.
Al cielo no he subido;
no conocí la cima en la que se posó el arca;
no he montado en camello;
en cuatro patas no he escalado agujeros
excavados
por cristianos perseguidos
hace milenios.
No he asistido de pie a ceremonias religiosas
celebradas entre paredes curtidas de recuerdos,
fosas secretas,
crucifijos,
piedras esculpidas de certezas,
grafitis pintados con la sangre misma que rodó por la cruz.
En catacumbas tibias,
húmedas fosas
y coliseos en ruinas
no he respirado las voces fantasmales
de parejas que se amaron,
se esperaron por años,
o se añoraron furtivas
mirando pasar las caravanas.
Mi ruta de la seda es ir de compras a la esquina,
gozar mi tristeza de café y galleta
la tarde de un domingo bogotano.
El viaje me es ajeno.
No veo repetidos los rostros musulmanes
rezando hoy las mismas letanías
desde minaretes milenarios.
Otras cosas son mi mundo,
mi estrecho del Bósforo es la carrera trece,
mi catedral Santa Sofía se renueva
cuando en mi casa de tres pisos reparo una gotera.
No necesito binoculares
para perseguir los pasos de las dunas.
Por recordatorio de la historia tengo una plaza llena [de palomas,
de un Bolívar
muy posterior a Constantino.
(nunca soñó con cruces vencedoras,
ni precedió a los papas,
ni puede atribuírsele la redención
de multitudes martirizadas.)
Cuando salgo de mi casa no veo ese mar ignoto, [apacentado,
por el que han navegado fenicios, persas y griegos,
o en el que se han escondido submarinos nazis.
A diferencia de ti,
recorro un andén,
rodeo charcos para evitar una gripe,
busco nubes
y extraigo de mi morral un paraguas.
Tú has ido al pasado.
Yo ni siquiera viajaré al futuro
a compadecer cibernautas y furias climáticas.
Sin embargo, ya tengo mi venganza.
Allá
donde estás tú,
hoy
de viaje,
y aunque te pese,
tampoco habrá movimiento.
La verdad sea dicha,
nunca has cambiado de sitio.
Congelada, siempre buscas donde no toca.
Siempre viajas sin saber que tu llegada
es mi punto de partida.
Esto nuestro
que flota
entre traslados,
utopías,
imposibles;
lejanías
y distancias.
ACERCA DEL AUTOR
(Bogotá, 1964). Filósofo, psicoterapeuta integrativo y magíster en creación literaria de la Universidad Central. Segundo premio del taller de novela corta del Fondo de Cultura Económica en 2013. Con “Sedentario” ganó el Concurso Nacional de Poesía de la Casa de Poesía Silva en 2022.